Siempre llego tarde.
Detesto los intevalos en los que me arrimo a destino y el horario pactado de pronto queda atrás en el reloj del celular.
Instantes de odio irracional a las viejas que suben despacio al colectivo, al colectivero que no se apuró para cruzar el semáforo. Caras censoras se deforman monstruosamente hacia un reproche imaginario.
Pero no puedo evitarlo. En serio, no puedo. Aunque lo intente.
Tampoco sé qué hago o qué pasa para que se me imposibilite el salir a tiempo.
Supongo que es, como la hipocondría, una de mis tantas formas rústicas de ser border.
Otro intento más de saciar mi adicción a la adrenalina:
me vuelvo un almácigo de angustia, se pone en marcha el mecanismo del principio del placer...
Huevos de toro, de Ralf König
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1.
Otra de Konrad y Paul. Acá Paul se obsesiona con un obrero español,
mientras Konrad se enamora de su joven alumno de piano. Creo que es la más
porno...
Hace 4 meses
5 comentarios:
vos tenés las horas ajustadas, yo tengo las horas redondas
pfff las ajustadas también las tengo, también suelo ser impuntual, y cuando no, le dejo tu entrada al recital al chico de la puerta :P
la semana pasada me quedè sin laburo por lo mismo. beso pendejaa
se te pasó muy rápido la angustia no me diste tiempo a leerla
me colgue leyendo tu blog.
me sumo al club! Al club de la moneda de plata
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